Cotizar más no siempre significa estar mejor protegido
Es verdad que la cuota de los autónomos no es un impuesto en sentido estricto, es una cotización a la Seguridad Social destinada a cubrir bajas, maternidad o jubilación.
Pero reducir el debate a esa diferencia semántica es una forma de evadir el problema real.
El sistema actual está diseñado para recaudar más sin ofrecer mejoras proporcionales en protección social. Los autónomos no se quejan de cotizar, se quejan de no recibir a cambio lo que pagan.
En España, un trabajador por cuenta propia con ingresos bajos o irregulares paga una cuota fija de más de 300 euros al mes, aunque no facture ni un euro.
En Francia, Reino Unido o Alemania se cotiza de forma proporcional y flexible, entre el 10% y el 15% de los ingresos, y sólo cuando los hay. Aquí, en cambio, se paga incluso cuando se está en pérdidas.
La nueva reforma no es un bulo, pero sí una subida efectiva para la mayoría. Según los propios cálculos del Ministerio, las cuotas subirán entre 11 y 206 € mensuales según tramo de ingresos hasta 2028.
Para un autónomo que gana 1.700 € al mes, eso significa pasar de pagar 294 € a más de 35 €. Puede no llamarse impuesto, pero el efecto sobre el bolsillo es el mismo, con menos liquidez, más carga fija y la misma incertidumbre.
Además, el argumento de que cotizar poco es cobrar poco ignora que la mayoría de los autónomos no cotiza poco por capricho, sino porque sus ingresos no se lo permiten.
El 85% declara menos de 2.000€ mensuales. Para ellos, el dilema no es cotizar más para tener mejor pensión, sino llegar a fin de mes.
Subir la cuota en un contexto de inflación acumulada del 18%, alquileres de más de 900€ y un 40% de gasto medio en suministros es simplemente asfixiar al pequeño productor.
Tampoco es verdad que las prestaciones hayan mejorado sustancialmente. Las pensiones de los autónomos siguen siendo 650€ inferiores a las de los asalariados, y durante la pandemia se demostró que el sistema no garantizaba coberturas suficientes, cientos de miles de autónomos tuvieron que endeudarse para sobrevivir pese a cotizar correctamente.
Decir que esta reforma fortalece el sector es una exageración. Desde su aprobación, han desaparecido más de 30.000 autónomos netos y 19.000 pymes.
Si el sistema fuera tan beneficioso, el colectivo no se estaría reduciendo.
Y mientras se habla de diálogo social, el gasto político y el empleo público crecen a ritmo récord. La Seguridad Social no busca equilibrio, busca financiación.
Nadie pide pagar menos por capricho. Lo que se reclama es equilibrio real, con cuotas proporcionales, simplificación burocrática y un retorno justo de las cotizaciones.
En la práctica, lo que el Gobierno llama protección se parece demasiado a una recaudación forzada sin contraprestación visible.
La cuota no es un impuesto. Pero cuando sube cada año, mientras los ingresos reales caen y las coberturas siguen siendo mínimas, el resultado es el mismo, menos autonomía, más dependencia y un país que castiga a quien todavía produce algo por su cuenta.