«(…) Fue el día que Ramoncito apareció colgado por los cordones de sus zapatos junto a la sacristía, las monjas se volvieron locas porque había pasado la noche con don Juan Manrique de Lara, el cura ciego de la parroquia de Santo Domingo.
El niño tenía la lengua afuera asfixiado por la soga fina, no aguantaba más, le pasaba como a todos nosotros que eramos follados día sí día no por aquellas bestias con sotana.
Me acuerdo que vino hasta el obispo Pildaín el vasco, los hombres de Falange, el jefe de la guardia de asalto y un teniente de la guardia civil con el bigote finito que se llamaba Fernando Tejada de Rivera, era gallego y tenía fama porque era de los que torturaban en el Gabinete Literario y la comisaría de la calle Luis Antúnez, lo que es ahora el Colegio La Salle, lo taparon todo porque no se supo más de aquel suceso.
Ramón Ramírez Cabrera tenía el culito destrozado, con los calzoncillos llenos de sangre por las hemorragias, lo que hizo cuando lo trajeron a la Casa del Niño fue irse directo a la torre de la dama blanca, allí se quitó los zapatos, se amarró el cuello con las sogas chiquitas y se colgó de los hierros del campanario.
Pasó un tiempo sin que vinieran los curas borrachos aquellas noches terribles, pero a los pocos meses todo volvió a lo mismo, se olvidaron del suicidio del hijo de Pedro Manuel Godoy, el comunista aldeano, volvieron a lo mismo, a toquetéarnos en nuestras camas, abusando de nosotros como si fuéramos putas pagadas, pero éramos niños, que en muchos casos, como el mío, no pasábamos de los doce años, indefensos en las manos de aquellos abusadores con Rosario al cuello jediendo a sahumerio…»
Testimonio de Floreal Benjamín, hijo de asesinado por los falangistas, desaparecido en los pozos de Guayadeque (Aguimes) en mayo de 1937.