¿EL INFIERNO SON LOS OTROS?
Al igual que Unamuno, nunca he pretendido ser coherente. Los que nos apasionamos con facilidad solemos incurrir en paradojas y sufrimos bruscos cambios de opinión, quizás porque intentamos ver las cosas desde todos los prismas. En mis últimos libros he hablado de felicidad, amistad y esperanza, pero últimamente contemplo las cosas con pesimismo y desánimo, tal vez porque he sufrido varios desengaños.
Hace unos días, comenté a unos amigos de ideas conservadoras que el Ayuntamiento de Algete había vetado mi participación en varios actos por mis convicciones progresistas. Casi al mismo tiempo, había autorizado un acto de Núcleo Nacional, más tarde suspendido por el escándalo que suscitó. Mis amigos no dijeron nada. Se formó un silencio espeso e incómodo hasta que surgió otro tema. Ni una palabra de solidaridad o comprensión.
¿Es posible la amistad con personas de ideas políticas radicalmente distintas? Las ideas políticas no son opciones inocuas, como ser de un equipo de fútbol u otro, sino opciones existenciales que implican valores y conductas. Ser tolerante con las opiniones ajenas, no implica estar dispuesto a soportarlas muy de cerca. A lo mejor Jean-Paul Sartre tenía razón y "el infierno son los otros". Si es así, lo más inteligente es abrazar la soledad. Schopenhuer, ferozmente pesimista, escribió: "El que no disfruta de la soledad, jamás amará la libertad". Qué gran lección, pero cuánto nos cuesta asimilara. Al menos en mi caso, se trata de una soledad compartida, pues soy feliz con Piedad, mi pareja, y mis amigos de cuatro patas, pura lealtad e inocencia.