“Los derechos reproductivos terminan en la eyaculación: Cómo los hombres perdieron el control sobre la paternidad:
Es una de las verdades menos mencionadas en la vida moderna: una vez que ocurre la concepción, los hombres no tienen derechos reproductivos. Una mujer puede elegir continuar o interrumpir un embarazo. Puede decidir criar al hijo o darlo en adopción. Un hombre, por otro lado, está obligado —social, legal y financieramente— a la decisión que ella tome.
Este desequilibrio está tan normalizado que pocos lo notan. Cuando surge el tema, la mayoría defiende reflexivamente el statu quo: "Bueno, es su cuerpo". Por supuesto que lo es. Pero lo que rara vez se considera es que, mientras las mujeres tienen control sobre sus cuerpos, los hombres no tienen control sobre su futuro.
"El material genético del hombre, su capacidad emocional, sus finanzas y su identidad de por vida como padre o extraño, todo depende de la elección de otra persona. La responsabilidad de una mujer es condicional; la de un hombre es absoluta.”
Y esta asimetría no se defiende como un dilema moral a resolver, sino como una verdad establecida.
La trampa del consentimiento silencioso:
Nos han enseñado a pensar que cuando un hombre consiente en tener relaciones sexuales, consiente en todo lo que pueda seguir. Pero cuando una mujer consiente en tener sexo, aún conserva el derecho de decidir después si quiere ser madre.
Este truco moral es sorprendente una vez que se percibe. El consentimiento de una persona se trata como final y vinculante; el de la otra se considera provisional y revocable.
Y, sin embargo, esta suposición —tan antigua que parece invisible— forma la base del derecho reproductivo moderno.
Si ocurre un embarazo y el hombre no quiere ser padre, el sistema le dice: "Mala suerte. Deberías haberlo pensado antes". Si la mujer no quiere ser madre, la sociedad dice: "Ella tiene derecho a elegir”.
Ambas posturas no pueden reconciliarse bajo ninguna noción seria de igualdad.”
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