Es evidente que me la suda trabajar mañana, tarde y noche por MI negocio. Por lo mío. Por lo que yo construyo, con mi cabeza y mis horas de vida.
Pero lo que me revienta es saber que lo que estoy currando AHORA MISMO ni siquiera es para mí.
Estoy aquí mientras una panda de psicópatas decide que mi dinero sirve mejor para sus caprichos, sus chiringuitos, sus amiguetes, sus putas y su vida cómoda a costa de los demás.
Lo único que pedimos es un puto hábitat donde crecer, donde crear y donde vivir sin miedo a que te arranquen cada euro que ganas.
No pedimos subvenciones, no pedimos privilegios, no pedimos que nos solucionen la vida.
Pedimos algo mucho más sencillo:
que nos dejen en paz.
Que no destruyan lo que levantamos.
Que no conviertan cada idea, cada negocio y cada esfuerzo en un infierno burocrático y fiscal.
Y luego se sorprenden de que la gente joven escape, que los emprendedores se vayan o que los mejores se vayan a donde les dejan vivir.
No podemos progresar una mierda en este país mientras el Estado nos chupe hasta el alma.