Mi nota sobre un testimonio estremecedor
La tortura y el abuso en Gaza, el testimonio de Rom Braslavski que el mundo debe escuchar
El testimonio de Rom Braslavski, que a los 19 años fue secuestrado del festival Nova por terroristas de Hamas y fue liberado 738 días después de Gaza, parece ser el más duro de todos los revelados hasta ahora por los secuestrados que volvieron a casa. En una larga entrevista concedida a la periodista Roni Aviram del programa “Hazinor”
@HazinorX en el canal de televisión israelí Hadshot13 que fue proyectada este jueves a la noche en Israel, Rom reveló lo que vivió en cautiverio, la tortura, el abuso sexual, el hambre y la violencia en manos de la Yihad Islámica.
"Ahora siento que gané", dice desde el balcón con vistas al mar en el que habla, sin poder creer que está ahí y no en el infierno de Gaza. Pero tras relatar todo lo sufrido, entre llantos, resume: “ Mi sueño es volver al 6 de octubre. ¿Por qué tuve que vivir todo eso?”. Y no tiene dudas: lo torturaron por ser judío.
Rom trabajaba como guardia en el festival Nova. Cuando los terroristas atacaron, podría haber alcanzado a huir, pero corrió y volvió varias veces para salvar gente, hasta que él mismo fue secuestrado.
Rom brindó su duro testimonio, por su iniciativa, recalcando que quiere que el mundo todo lo oiga, que todos se enteren y sepan qué le hicieron los terroristas. Cada tanto trataba de esbozar sonrisas, lloraba de emoción e incredulidad cuando miraba el mar y de dolor al recordar la tortura y el abuso que sufrió. “Los nazis no hacían lo que los terroristas me hicieron a mí”, resumió.
Hubo días, muchos días, en los que pensó que moriría. Muchos otros, se lamentó de no morir aun cuando ya no sentía su cuerpo por el dolor de los fuertes golpes. O cuando uno de los terroristas, que pesaba no menos de 100 kilos, se posó sobre su cuello, en ese cuerpo de Rom que no pesaba más de 50 kilos por la falta de alimento, y saltó. “Sentí que todo se me quebraba adentro…y él seguía saltando”.
“Cuando me dijeron que tienen órdenes de torturarme, pensé que era una broma…después de la primera tanda de golpes pensé que había terminado, pero cada vez era peor, siete veces por día, 20 minutos cada vez”, recuerda. “Uno me sostenía la cabeza y el otro me daba puñetazos, sin parar”. Y a eso siempre se agregaban los latigazos. “Sentía que la piel ardía, el látigo es el que usan para pegarle al burro, es de metal, cubierto de cuero, y me lo lanzaban sobre el cuerpo”.
Estuvo semanas con los ojos cubiertos por dos telas y un día decidieron que tampoco debía oir. “Traje esto especialmente para ti”, le dijo uno de los terroristas sonriente al mostrarle dos piedras que de inmediato le puso en ambos oídos. Rom sentía el dolor como viniendo de su propio cerebro, de su fuero más íntimo. Y el terrorista apretaba la piedra con un clavo. Y encima, presionaba todo con las telas que tapaban los ojos, y Rom ya no lo podía soportar. Día y noche, por lo cual tampoco podía dormir.
Pero siempre pensaba que terminó, que no va a volver…hasta que le ordenaron desnudarse y abusaron sexualmente de él. “Esto me cuesta mucho, de esto no quiero dar detalles”, dijo son sana lógica, y uno se queda con el corazón estrujado de ver su rostro deformado por el llanto e imaginar lo que sufrió. Rom es el primer caso de un secuestrado varón que revela públicamente que abusaron sexualmente de él y ello se debe no sólo a su valentía personal sino a su convicción de que el mundo debe saber.
“Me desnudaron totalmente, hasta los calzoncillos, me ataron, yo estaba como muerto, quebrado, sin comida…y le rezaba a Dios que me salve”.
Sus captores trataron de convencerlo que se convierta al Islam y él reía por dentro pensando cómo podían concebir siquiera que lo haría. “Si te conviertes, recibirás mucha comida, vivirás con nosotros, te cuidaremos”, dijeron. “Bajo ningún concepto”, contestó. “Yo nací judío y moriré judío”.
Rom viene de un hogar tradicionalista de Jerusalem, con apego a la religión judía. Rezaba en silencio plegarias judías y Dios estaba presente en sus duras vivencias. A tal punto que un día, en medio de las torturas, le dijo a su torturador, con gran osadía: “Tú crees que estamos solos, pero no. Dios está acá, me ve a mí torturado y te ve a ti torturándome. Y esto no te saldrá gratis. Dios ya te hará pagar por esto”.
El terrorista quedó furioso, le increpó que él no tiene “nada para enseñarme de Alá” y que “mi religión vale mucho más que la tuya”, y se vengó redoblando los golpes.
Durante semanas, Rom no quiso salir siquiera del hospital. Todos los secuestrados fueron dados de alta, aunque muchos necesitan volver puntualmente a todo tipo de tratamientos. Pero para Rom, era otra cosa.
Según contó la periodista Roni Aviram , que se mantiene en contacto con él, en los últimos días parecería que Ron ha logrado gradualmente cierta mejoría. Se anima a salir un poco, fue a la playa con algunas personas, y trata de abrirse paulatinamente.
Lo que vivió no lo olvidará jamás.
La gran pregunta es si su cuerpo y más que nada su alma, lograrán recuperarse como para que él pueda salir adelante. Lo seguro es que él tiene sueños por cumplir.
“Sueño con que niños pequeñitos corran por aquí y me digan papá”, dijo con una sonrisa, casi tan grande como la de su padre que no lo deja ni un minuto. Y tornándose más serio, agregó: “Yo les dije a los de la Yihad Islámica en Gaza al final, que voy a construir un hogar en Israel y tendré hijos que serán combatientes y entrarán a Gaza a buscarlos a ellos”.