Esta es la oposición: Sin ideas, sin propuestas, sin proyectos. 70 años más para los colorados.
El presidente Santiago Peña solicitó permiso al Congreso para viajar a Italia, permiso que fue otorgado conforme al artículo 233 de la Constitución. Sin embargo, repentinamente aparece en Egipto, participando de una cumbre por la paz entre Israel y Palestina, evento no previsto en su agenda oficial ni autorizado por el Parlamento.
No parece, en principio, un incumplimiento formal del artículo 233 —pues este se refiere al permiso para ausentarse del país—, pero el sentido común y el espíritu de la norma son claros: el Congreso autoriza el viaje conociendo el destino y propósito, como mecanismo de control y transparencia sobre la actuación internacional del Ejecutivo.
El punto no es solo la constitucionalidad. El punto es la rendición de cuentas:
¿Quién lo invitó a Egipto? ¿Con qué objetivo fue? ¿Qué papel cumple en un proceso de paz en el que ni él ni Paraguay tuvieron participación?
Otra gran interrogante ¿Qué pasó con su agenda oficial en Italia? Y además, ¿suspendió actividades protocolares por decisión propia? ¿O el viaje a Italia era apenas una escala?
Si el Congreso autoriza un destino y el presidente cambia el rumbo sin informar, se vacía de contenido el control parlamentario y se abre la puerta a la opacidad. La diplomacia no puede gestionarse como un asunto personal ni como un itinerario turístico con escalas improvisadas.
Finalmente, o dejó de lado una agenda oficial evidenciando una falta de seriedad cuanto menos o en realidad no tenía agenda y era un buen destino turístico.