Llevamos décadas vapuleando la herencia que nos dejaron estos hombres: una herencia pagada con sangre y lágrimas. Cuando has perdido camaradas en la ex-Yugoslavia, en Irak, en Afganistán, en Malí... acabas por darte cuenta de cuán estéril fue ese sacrificio, no solo el suyo, sino también el de sus familias y el dolor que provoco en ellas. Me avergüenzo de aquellos que ahora desprecian ese sacrificio; esos son los mismos que ahora nos gobiernan, despreciando la memoria y el legado de aquellos hombres: una Europa de libertades que ya no existe. Esa Europa que otra vez fue, una banda de burócratas desde Bruselas la convirtió, hace tiempo ya, en un nido de ratas. Todo ese sacrificio y ese dolor no merece ser olvidado; merece ser respetado y hacer comprender a las generaciones venideras que, para disfrutar de la libertad de la que ellos gozan, fue necesario regar con sangre los campos de Europa. Y probablemente, será necesario regarlos de nuevo algún día.
Un veterano británico en pleno directo:
"¿Tantas filas de tumbas blancas para qué? ¿Para ver en lo que se ha convertido hoy? No, lo siento, no valió la pena."