Qué hueva la política porque no sirve de absolutamente NA-DA.
Por eso no participo.
Por eso, cuando me piden mi firma, mi acción, mi asistencia o mi donativo, digo: “qué hueva”. Y volteo para otro lado. Y pienso que no hay nada que yo pueda hacer y que mejor me dedico a lo mío (como si no hubiera algo más mío que México).
Qué hueva la política porque siempre son los mismos de siempre: los que prometen hasta la luna y ni los baches arreglan.
Qué hueva la política porque el intercambio de ideas —en la mañanera, en las cámaras y en los medios— parece más telenovela que discusión seria… Ay no, qué hueva. ¿Para qué le muevo? Me conformo con el “a ver qué pasa”. Igual y no se pone tan mal.
(Spoiler alert: se va a poner de la chingada).
Qué hueva la política porque los políticos se han convertido en caricaturas (ni siquiera bien pintadas) de lo que es la corrupción, la soberbia, la incapacidad y el desprecio total por México. Qué hueva la política porque cambian de partido como de calcetines. Todos son lo mismo. ¿Para qué le muevo?
Qué hueva la política porque Morena tiene al país comprado con los programas públicos y ya no hay nada que hacer: flojitos y cooperando.
Qué hueva la política porque la oposición que hoy tenemos toca de segundo violín en la marcha fúnebre de este país.
Qué hueva la política porque mientras ellos discuten, se insultan y presumen sus joyas y relojes, la vida real sigue: las matanzas, el sistema de salud sin salud, el sistema educativo sin educación, el tráfico, la renta, el teléfono y la luz (Chava Flores dixit).
Llámelo usted como quiera: hueva, flojera, desencanto, impotencia, ignorancia… El mensaje es el mismo: no participo porque la política no nos sirve de nada a los ciudadanos.
Qué hueva la política porque parece diseñada para cansarnos y alejarnos. Y henos aquí: alejados, apáticos, con los brazos cruzados.
Siendo cómplices —por hueva y desencanto— del derrumbe del país.
Ellos nos alejan y nosotros bailamos a su son, alejándonos.
Y no, no nos culpo, porque la política sí es de hueva y en México se ha vuelto bastante patética. Pero sí, sí nos culpo porque el involucramiento de los ciudadanos en la vida política de este país es la única manera en que lo vamos a poder retomar y arreglar.
Los ciudadanos somos como los proverbiales changuitos: no veo, no escucho, no hablo, no actúo.
Pero les tengo una noticia: la política no es el espectáculo patético que estamos viviendo, es la forma más tangible de decidir cómo vivimos. En la vida diaria.
La política no es sólo hablar de cosas inentendibles, intangibles o etéreas como “democracia”, “estado de derecho” o “reforma electoral”. La política es luchar por revertir el resquebrajamiento diario que sí nos afecta: la pobreza que vemos en la esquina, los baches que nos truenan las llantas, el ecocidio de mi parcela, el desabasto de medicinas, el futuro de tus hijos, el asalto en la esquina.
Como bien dicen los estadounidenses: all politics is local. La política empieza por el cambio local que hacemos… y que estamos dejando de hacer, por hueva.
La apatía es el lujo más caro que tenemos como mexicanos. Porque alguien siempre llena el vacío: los políticos de cuarta, los narcos, el corrupto profesional, el influencer disfrazado de líder. Y mientras nosotros bostezamos, ellos deciden.
El gran robo que han hecho los políticos en México no es el huachicol fiscal, ni la estafa maestra, ni las casas blancas, grises y guindas (y tantísimos otros desfalcos). El gran robo es que nos han quitado a los ciudadanos el “querer de acción”.
Ojo: no nos han quitado el poder de acción, nos han quitado el querer. Nos da hueva.
Y hay que recuperarlo. Ese poder que, como ciudadanos, tenemos y que se nos ha traspapelado.
México hoy necesita ciudadanos incómodos, no espectadores aburridos. Necesita voces que incomoden más que las porras compradas. Necesita ciudadanos que participen políticamente, que firmen iniciativas, que se afilien a partidos, que donen dinero (mucho o poco). Que marchen y que posteen, pero que también actúen y se involucren.
Porque, si seguimos así, la hueva va a dar lugar a (más) tragedia.
Hoy vivimos en un país donde nunca pasa nada porque no exigimos nada.
¿Va a ser difícil empezar a participar, exigir y cambiar el rumbo del país?
No, no va a ser difícil: va a ser dificilísimo.
Va a implicar quitarnos la hueva.