La reflexión de Dietrich Bonhoefffer sobre la estupidez como un problema ético y social, constituye un análisis agudo y actual. Esta reflexión aborda la estupidez como un fenómeno colectivo y moral estrechamente vinculado al poder, la propaganda y la pérdida de autonomía crítica.
Bonhoeffer reflexiona sobre cómo una sociedad entera pudo ser cómplice, activa o pasivamente, de actos que contradicen los principios básicos de humanidad y moralidad.
Bonhoeffer no considera la estupidez como una característica innata ni como un defecto de capacidad intelectual. En cambio la ve como un fenómeno ético y relacional que surge en condiciones específicas, particularmente bajo la influencia del poder.
La estupidez es peligrosa no porque carezca de inteligencia, sino porque combina la incapacidad para razonar críticamente con una peligrosa tendencia a aceptar dogmas, órdenes o creencias sin cuestionarlas.
En palabras de Bonhoeffer: “La estupidez es un enemigo más peligroso para el bien que la maldad”. Esta afirmación se basa en su observación de que el mal consciente puede ser resistido porque puede ser desenmascarado y enfrentado; sin embargo la estupidez no responde a la lógica, los argumentos ni la evidencia.
Una persona malvada puede actuar de manera racional en busca de sus objetivos, pero una persona estúpida actúa sin comprender las consecuencias de sus acciones, convencida de su rectitud.
La estupidez florece bajo estructuras de poder autoritario. Cuando un grupo o un individuo se somete al poder, tiende a renunciar a su autonomía crítica. No porque carezca de capacidad para pensar, sino porque deja de utilizarla.
Este proceso ocurre tanto en individuos como en sociedades enteras, donde el poder utiliza propaganda, intimidación o manipulación emocional para instaurar un conformismo acrítico.
La estupidez según Bonhoeffer, no es principalmente un fenómeno individual, sino colectivo. Una persona aislada puede mostrar mayor capacidad crítica, pero en grupo, las dinámicas sociales y las presiones del entorno tienden a reducir esta capacidad.
Este fenómeno puede observarse en movimientos de masas, donde el comportamiento de los individuos se homogeiniza, y las decisiones se toman más por imitación o impulso que por reflexión. El miedo es un elemento central en la perpetuación de la estupidez.
Una sociedad sometida al terror (ya sea físico o psicológico) tiende a buscar refugio en simplificaciones, clichés y figuras de autoridad que prometan seguridad, aunque estas promesas sean ilusorias o destructivas.
La estupidez no se corrige con argumentos lógicos o evidencia. Las personas estúpidas, dice Bonhoeffer, no están interesadas en la verdad; están atrapadas en una burbuja ideológica que rechaza cualquier información que contradiga su visión del mundo.
La estupidez lleva a una peligrosa delegación de responsabilidad. Quienes caen en ella justifican sus acciones o inacciones diciendo que solo “obedecen órdenes” o que “no podían hacer nada”. Esta irresponsabilidad para Bonhoeffer, tiene consecuencias éticas devastadoras.
La estupidez reduce la complejidad del mundo a fórmulas simplistas. Todo se reduce a “nosotros contra ellos”, “bien contra mal” o “verdad contra mentira”, sin espacio para matices o dudas.
La manipulación de las masas mediante propaganda es otro ejemplo de la estupidez. Quienes consumen sin cuestionar lo que se les presenta como verdad terminan actuando como instrumentos del poder, sin reflexionar sobre las implicancias de sus acciones.
La pasividad ante las injusticias, bajo la excusa de “no querer involucrarse”, es ora forma de estupidez colectiva. Aquí, la ignorancia no es inocente, es cómplice. La estupidez no es un destino inevitable, pero su superación requiere un trabajo ético y educativo profundo.
La clave está en cultivar la capacidad crítica y la valentía moral: La verdadera educación fomenta el pensamiento crítico y la responsabilidad ética. Las personas deben aprender a cuestionar las normas, las ideologías y las figuras de autoridad cuando sea necesario.
La estupidez no puede combatirse directamente, pero sí puede minimizarse al resistir las estructuras de poder que la fomentan. Esto requiere una ciudadanía activa, comprometida con la verdad y la justicia.
Frente a la estupidez colectiva, Bonhoeffer aboga por comunidades basadas en valores éticos sólidos, donde la verdad y la responsabilidad sean centrales.
¿Cómo distinguir la estupidez de la ignorancia? La ignorancia puede corregirse con educación; la estupidez, en cambio, implica una negación activa de la reflexión crítica.
¿Qué papel juega la tecnología moderna en la perpetuación de la estupidez? Aunque Bonhoeffer escribió en otro tiempo, la propagación de desinformación y la polarización en redes sociales podrían considerarse nuevas formas de estupidez colectiva.
¿Cómo podemos romper el ciclo de la estupidez en las sociedades contemporáneas? La respuesta parece radicar en la educación y el fortalecimiento de las instituciones democráticas que promuevan la responsabilidad ética.
#BuenSabado