1. Viejos robando en supermercados para comer:
En Japón, existe un fenómeno documentado de personas mayores que cometen pequeños robos, como hurtos en supermercados, a menudo motivados por la pobreza o la soledad. Este problema se ha vinculado a la precariedad económica de algunos ancianos, quienes enfrentan pensiones insuficientes y un alto costo de vida. Según datos de años recientes, aproximadamente el 20% de las personas mayores en Japón viven por debajo del umbral de pobreza relativa. Además, algunos informes sugieren que ciertos ancianos cometen delitos menores intencionadamente para ser arrestados y obtener refugio en prisión, donde reciben comida y atención.
2. Altas tasas de suicidio en Japón:
En 2022, la tasa de suicidio fue de aproximadamente 15.3 por cada 100,000 habitantes, según datos oficiales, una mejora respecto a los picos de finales de los 90 y principios de los 2000 (superiores a 25 por 100,000). Factores como la presión social, el estrés laboral, el aislamiento (especialmente entre los ancianos) y la estigmatización de los problemas de salud mental contribuyen a estas cifras. La cultura del “gaman” (soportar en silencio) y la reticencia a buscar ayuda psicológica agravan el problema. Este contraste entre la disciplina externa y el sufrimiento interno refleja una tensión entre las expectativas sociales y las necesidades individuales.
3. Niveles de infelicidad:
Japón no suele rankear alto en índices de felicidad global, como el World Happiness Report. En 2023, ocupó el puesto 47, por debajo de muchos países occidentales. Esto puede atribuirse a factores como jornadas laborales extensas, presión por el conformismo social, y una cultura que a menudo prioriza el colectivo sobre el individuo. Aunque Japón es admirado por su estabilidad y orden, la felicidad individual puede verse afectada por la falta de flexibilidad en roles sociales, el estrés académico y laboral, y la dificultad para expresar emociones abiertamente.
4. Niñas y niños que no estudian ni trabajan y huyen de sus casas:
Este fenómeno se relaciona con los hikikomori, personas (a menudo jóvenes) que se retiran de la sociedad y evitan estudiar, trabajar o interactuar socialmente. Se estima que en Japón hay entre 500,000 y 1.5 millones de hikikomori, según estudios gubernamentales y académicos. Este grupo incluye adolescentes y jóvenes adultos que, por presión académica, bullying, o expectativas sociales abrumadoras, optan por aislarse. Algunos incluso huyen de casa para evitar el contacto con la familia o la sociedad. Este problema pone en evidencia cómo la rigidez del sistema educativo y las expectativas culturales pueden generar rechazo en ciertos individuos, contrastando con la imagen de disciplina generalizada.
5. Sociedad clasista:
Aunque Japón no tiene una estructura de castas formal como otros países, sí existen jerarquías sociales marcadas, basadas en factores como la educación, el empleo, el estatus económico y la procedencia familiar. Las universidades de élite (como la Universidad de Tokio) y las grandes corporaciones refuerzan estas divisiones, ya que el acceso a ellas suele determinar el éxito profesional y social. Además, hay discriminación hacia ciertos grupos, como los burakumin (una casta históricamente marginada), inmigrantes, y trabajadores no regulares (freeters). Esta estructura, aunque menos visible que en otras sociedades, puede generar desigualdad y resentimiento, contrastando con la percepción de una sociedad igualitaria y ordenada.