Paráfrasis de La vida de Brian.
—Nos han machacado los franquistas. Nos han triturado. Nos han desangrando. Y sobre cosas buenas… a ver, qué hizo el franquismo por nosotros.
—Los pantanos.
—¿Los pantanos? Ah sí, sí… los pantanos. Bueno, reconozco que durante el franquismo se construyeron los pantanos. Pero, aparte de los pantanos ¿qué más hizo el franquismo, a ver?
—Las carreteras. Gobernar, aunque digan lo contrario, también es asfaltar.
—Bueno, vale, pero aparte de los pantanos y las carreteras, ¿qué más nos ha dejado el franquismo?
—Las viviendas de protección social. La seguridad social. Mejoró la tasa de escolarización y combatió el hambre. La reforma agraria. La industrialización. Una reforma histórica del Código Civil y de otros cuerpos legales a favor de los derechos de las mujeres que todavía siguen vigentes. El Seat Seiscientos. La paga del 18 de julio. El turismo. La reconciliación nacional. Llegó la televisión. Volvió a jugarse la liga de fútbol, ¡y empezaron a retransmitirse los partidos por televisión! ¡Y le ganamos la Eurocopa a los rusos comunistas! Y España se transformó en el noveno país involucrado en los problemas industriales.
—Bien, pero aparte de los pantanos, las carreteras, las viviendas de protección social, la seguridad social, la mejora en la tasa de escolarización y la lucha contra el hambre, la reforma agraria, la industrialización, el Seat Seiscientos, la Lotería, la paga del 18 de julio, el turismo, la televisión y el gol de Marcelino, ¿qué más nos ha dado el franquismo?
—¿La paz?
A pesar de sus aciertos (que no fueron pocos) es pertinente hacer una crítica al franquismo porque de aquellos polvos estos lodos, pues con la política anticomunista el régimen de Franco dejó hacer mucho en España a los servicios secretos estadounidenses y de otros países. Entre otras cosas, fortalecieron a los partidos secesionistas puesto que EEUU prefería una España rota antes que roja y también porque, como dijo Henry Kissinger: «Una España fuerte, una España importante, es una España peligrosa». Así se organizó la transición del régimen centralista franquista al régimen descentralizado de las autonomías, germen de buena parte de nuestros problemas actuales.
Lo que jamás reconocerán nuestros autoproclamados progresistas es que la democracia actual en España poco tiene que ver con la Segunda República, sino que deriva directamente del franquismo. «Transición» es un término eufemístico que se usa para evitar los términos «ruptura» y «continuidad». Pero en la metamorfosis del franquismo al Régimen del 78 hubo más continuidad que ruptura.
La democracia actual —que no es la democracia de Pericles ni la de la República Popular China, sino que nuestras llamadas democracias avanzadas están consustancialmente ligadas a la economía de mercado pletórico de bienes y servicios— se debe a los 36 años de franquismo, que supusieron 36 años de acumulación de capital para que en España subiese el nivel de vida, se consolidase una amplia clase media y pudiesen desarrollarse las condiciones materiales, necesarias y realmente existentes, que hiciesen posible la eutaxia de un régimen democrático liberal (o socialdemocrático).
Esa «paz» alcanzada en España durante 80 años es cada vez más precaria a pesar de nuestros políticos súper progresistas, pero oiga usted, hay que ser antifranquista hasta la muerte no vaya a ser que nos llamen fascistas o algo así.