DOXEADOR HOSTIADO
Llamar periodista a Isidoro Román Cuesta es como llamar chef a quien recalienta pizzas congeladas en el microondas: técnicamente cocina, pero el resultado es bazofia. Este personaje no investiga, no contrasta, no informa. Su especialidad es el doxeo: hurgar en la vida ajena y colgarla en la red como si fuese un trofeo. El chivato de toda la vida, pero con X abierto y pretensiones de intelectual.
El problema no es solo él, sino el estercolero digital que le da altavoz: un panfleto de izquierdas blanditas, que ya no saben si son revolucionarios de café con leche o moralistas de terraza vegana. Su periodismo consiste en repetir mantras y colgar etiquetas como si fueran sellos de caucho: todo el que disienta es automáticamente “acosador digital de ultraderecha”. Ni la Stasi tuvo tanta imaginación.
Y claro, el destino tiene sentido del humor: a todo doxeador le llega su San Martín. El tortazo no es solo físico, sino moral. Porque cuando la única mercancía que traficas es la infamia, tarde o temprano te la comes con patatas. Y ni con salsa ideológica baja mejor.
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