La ciencia acaba de confirmar lo que todo dueño de perro ya intuía: el amor de un perro es real.
Estudios de resonancia magnética revelaron algo profundamente conmovedor sobre su vínculo con nosotros.
Cuando un perro huele a su humano, una zona específica de su cerebro —el núcleo caudado— se activa con una intensidad única.
Ni la comida, ni otros perros, ni los juguetes provocan esa respuesta.
Solo el olor de su dueño.
El núcleo caudado está asociado a la alegría, el amor y la recompensa.
Eso significa que los perros no solo nos reconocen: nos sienten con amor genuino.
Cuando te miran con esos ojos llenos de ternura o corren hacia ti al llegar a casa, no es instinto ni costumbre.
Es una reacción emocional profunda, grabada en su cerebro.
La ciencia lo llama activación neuronal.
Nosotros lo llamamos amor incondicional.