Del 6 al 7 de noviembre de 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera, un grupo anarquista penetró por Bera (Navarra) con la intención de crear un foco guerrillero del que se contagiasen para la insurrección en otros lugares y derrocar, así, al tirano. Los anarquistas mataron en Bera a dos guardias civiles. Fueron perseguidos por la frontera, y en las escaramuzas posteriores se produjeron otros dos muertos y 19 detenidos. Tres fueron condenados a muerte; dos fueron agarrotados —Julián Santillán y Enrique Gil Galar— y el tercero, Pablo Martín Sánchez, fue arrojado al patio de la prisión desde una ventana.
En el sumario por el delito de rebelión contra la Dictadura, el juez acusó de dirigir la insurrección a Miguel Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez y Rodrigo Soriano. La incredulidad de que esos tres escritores hubiesen sido capaces de dirigir algo fue general. Las autoridades se defendieron diciendo que esos tres nombres habían sido ofrecidos por los detenidos. Esa versión fue tratada de fantasiosa, pero no se pudo probar porque los detenidos habían sido ejecutados.
(Extracto del libro de Iñaki Egaña "Mil noticias insólitas")