De pronto, alguien que estaba, ya no está. Pero no se va solo.
Con él se van sus pasos por el pasillo. Su taza en el estante. Su
nombre en las conversaciones. Su manera de mirar, de reírse, de
discutir. Se van sus manías, sus costumbres. Pero no se van del
todo. Se queda su ausencia flotando, como una casa que se queda
sin luz y no hay oscuridad sino penumbra. No ha muerto una
sola persona. Ha muerto lo que pensabas hacer mañana, lo que
ibas a comprar para la cena; ha muerto la vida tal como la conocías.
Y ahora llega el hueco y el duelo.