Construir duele: te rompes, lloras, dudas, fracasas. Nadie aplaude, todos se van. Silencio.
Pero sigues, sigues, sigues, sigues, sigues.
Entonces llega el avance.
No es magia ni comodidad: es ritmo, constancia y agallas.
Así se forja lo imposible: trabajo, enfoque y dolor.