Defender que haya gente que se organice para autodefenderse contra la violencia del fascismo, no es defender la violencia, es, justamente, lo contrario: defender la razón, la convivencia, el respeto a los DDHH y la propia democracia, frente a la barbarie que amenaza y pone en riesgo la vida de millones de personas por el simple hecho de ser racializados, migrantes, lgtbiq+, pobres, rojos, o lo que sea.
Si alguien no entiende que los discursos racistas, xenófobos, homófobos, tránsfobos, aporofóbicos, misóginos, machistas, negacionistas de la violencia de género, de deshumanización de la izquierda, etc., propios de la extrema derecha, violentan y ponen en peligro la vida de millones de personas a diario, y que eso no se puede permitir, no se le puede dar estatus de normalidad, y no se puede tolerar que campe libremente a sus anchas llenando de odio y violencia la sociedad, y la mente de cientos de miles o millones de personas, es problema suyo, no de la impecable opinión de una periodista que sufre a diario los efectos de esa violencia, de múltiples maneras, y se niega a quedarse ni callada ni de brazos cruzados.
Si no condenas la violencia fascista y a cada uno de quienes la impulsan, reproducen, blanquean, normalizan o defienden, al menos no seas tan hipócrita para llamar violento o defensor de la violencia a quien simplemente dice que ya basta, y que los demócratas, y en especial las víctimas directas de esa violencia diaria, sistemática y generalizada, tienen derecho a autodefenderse