Los católicos y el cambio climático.
Ningún católico está obligado a creer el discurso del cambio climático de la ONU. Quienes tienen autoridad en la Iglesia pueden expresar sus opiniones personales sobre temas que no son de fe y costumbres, pero no nos las pueden imponer. No es desobediencia ni deslealtad a los Pastores de la Iglesia pensar y opinar de modo distinto de ellos en este tipo de cuestiones.
Creo que cualquiera de nuestros obispos, incluyendo al Santo Padre, estará de acuerdo en que sus opiniones no son Palabra de Dios, ni sus acciones son todas inspiradas por el Espíritu Santo.
La Iglesia nos enseña que el séptimo mandamiento incluye la obligación de respetar la integridad de la creación (ver abajo la cita textual del Catecismo de la Iglesia), esta doctrina la debemos aceptar y obedecer. Sin embargo, no estamos obligados a pensar lo mismo que piensa el párroco, el obispo o el Papa respecto de si hay o no un cambio climático, ni sobre las posibles causas de dicho fenómeno. Tampoco tenemos obligación de pensar lo mismo respecto a cuáles sean las mejores medidas para cuidar la creación.
Sería un abuso de poder de parte de una autoridad eclesiástica el tratar de imponer su opinión sobre estos temas a sus subordinados, o de forzarlos a involucrarse en un activismo ecológico en el que ellos no desean participar. Sería un gran engaño presentar a los fieles como doctrina católica lo que solo son teorías y opiniones discutibles del ámbito de las ciencias particulares.
Conclusión: Se puede ser muy buen católico sin aceptar la ideología ecologista, el discurso del cambio climático como lo propone la ONU y la Agenda 2030 con todas sus consecuencias. Y esto no significa de ningún modo ser un destructor del planeta, ni enemigo del hombre, de los animales o de las plantas.
Pongo enseguida lo que sí es doctrina católica:
2415 El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura (cf Gn 1, 28-31). El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación (cf CA 37-38).
2416 Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri.
2417 Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen (cf Gn 2, 19-20; 9, 1-4). Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales son prácticas moralmente aceptables, si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas.
2418 Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos.